Los
tiempos actuales, en los que la sociedad cambia vertiginosamente, es posible
vislumbrar algunos rasgos que previsiblemente caracterizarán la sociedad y la
educación en los próximos años.
Tal vez
la característica más común en todos los países sea sus desigualdades. Por
ello, no es sencillo realizar propuestas generalizables. Lo que para unos es
posible alcanzarlo pronto, para otros es todavía una quimera.
Posiblemente
la afirmación más segura sobre los próximos años es la que se refiere a la
velocidad de los cambios. Las sociedades del futuro van a tener características
muy diferentes a la actual. En muy pocos años, se van a producir
transformaciones que en otras épocas históricas exigieron casi siglos.
Hay una
alta probabilidad de que se intensifiquen los rasgos que aparecen en la
actualidad: ausencia de autonomía de los países para adoptar decisiones
propias, incremento imparable de la información y de las comunicaciones,
competitividad económica, mayor movilidad y exigencia en el mundo laboral, nuevas
formas de organización familiar y de establecer las relaciones interpersonales.
El
nuevo orden mundial está regido por un mercado sin fronteras en donde los
acontecimientos relevantes de cualquier lugar del planeta influyen en la
totalidad.
El
acceso a Internet se ha convertido ya en una poderosa causa de desigualdad.
Aquellas personas con mayores recursos y que pueden acceder con facilidad a
Internet tienen mayores posibilidades de recibir información, de ampliar su
cultura y de estar más preparados para adaptarse a la nueva sociedad del
conocimiento.
Por el contrario, aquellas
personas con menores recursos y formación tendrán muchas más dificultades para
acceder a las redes informáticas y se verán desplazadas y marginadas en la
sociedad mundial. Una nueva barrera se alza entre los que más y menos tienen y
aleja a los unos de los otros.
La
globalización y las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información
ofrecen grandes posibilidades pero también encierra enormes riesgos
especialmente para los países y sectores sociales más desfavorecidos.
El
riesgo mayor en los años futuros es que las diferencias entre los países ricos
y pobres y entre los sectores sociales con mayores y menores ingresos de cada
país se incrementen.
Todos
estos cambios están produciendo una profunda presión sobre los sistemas
educativos y están modificando lo que significa la calidad de la enseñanza, la
igualdad, el funcionamiento de las escuelas, sus relaciones con otras
instituciones y actores y el papel de los docentes en una sociedad de la
información y del conocimiento.
Cada
vez hay un mayor convencimiento de que la educación es la mejor garantía para
el progreso de los ciudadanos y de los pueblos.
No es
que baje el nivel educativo, sino que
incorporarse a la sociedad actual de forma activa exige conocimientos más
amplios y complejos.
El
primer gran reto al que se enfrenta el Derecho Educativo es conseguir ayudar a
las personas en el proceso de aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser,
de acuerdo con los cuatro pilares de la educación establecidos en el informe
Delors a la UNESCO.
Una
tarea tanto más difícil cuanto más saberes, procedimientos y valores hay que
tener para incorporarse de forma activa y responsable a las normas de la
sociedad actual. Pero lo que cambia no son solamente los saberes que hay que
adquirir ni los métodos para enseñarlos. Lo que se está transformando al mismo
tiempo es la responsabilidad de las escuelas y de los docentes.
Las
diferentes funciones que debe desarrollar el sistema educativo en una sociedad
en profunda transformación generan múltiples dilemas y contradicciones. Las
formas tradicionales de enseñar ya no sirven porque la sociedad y los alumnos
han cambiado.
Se han
ampliado los lugares para aprender, los sistemas para acceder a la información,
las posibilidades de intercambio y de comunicación y los alumnos escolarizados,
pero los objetivos educativos, la forma de organizar la enseñanza y las
condiciones de los docentes se mantienen prácticamente inalterables.
El
mundo está en estado de emergencia educativa. Todos los países han descubierto
la ley de Revans, que dice: "Una persona, una institución o una sociedad
deben aprender al menos a la misma velocidad con que cambia su entorno".
Nuestro entorno cambia aceleradamente, lo que exige a todos un tenaz esfuerzo
para no quedar marginados. Con razón se habla de que hemos entrado en la
"sociedad del aprendizaje". Incluso sistemas educativos tan buenos
como el finlandés están en periodo de reforma.
Las dos
filosofías educativas se han vuelto más rígidas, tal vez porque se han
caricaturizado mutuamente de la siguiente manera:
Modelo
neoliberal: individualista, privatizador, antepone la calidad a la equidad,
desconfía del Estado y pone la libertad de enseñanza por encima del derecho a
la educación. Insiste en que la educación moral debe ser decidida en exclusiva
por los padres, confía en evaluaciones y reválidas, hace depender toda mejora
del esfuerzo personal y piensa que la única forma de mejorar la educación es
fomentando la competencia y sometiendo la escuela a la dinámica de la oferta y
demanda propia del mercado. Es partidario, en general, del cheque escolar como
modo de financiación. Piensa que la educación debe ser no confesional, pero que
los padres tienen derecho a la educación religiosa. Tiene una visión
catastrofista del actual sistema educativo.
Modelo
socialista: comunitario, defensa excluyente de la escuela pública, antepone la
equidad a la calidad, y el derecho a la educación a la libertad de enseñanza.
Confía en el Estado como garante de la educación, cree que una educación cívica
universal debe estar garantizada por el Estado, desconfía de las evaluaciones y
reválidas, piensa que la cultura del esfuerzo olvida la influencia
socioeconómica en los resultados y considera que el mercado es un enemigo de la
equidad educativa. Piensa que la escuela pública debe ser laica. Opina que la
escuela ha progresado en la etapa democrática.
El
Derecho Educativo debe generar el convencimiento de que la educación tiene que
ser considerada en estos momentos una cuestión de la máxima prioridad, que debe
suponer un enorme esfuerzo colectivo para superar atrasos y desigualdades
históricas y que no puede quedar sometida a los vaivenes de la coyuntura
política y económica.
El
Derecho Educativo debe basarse, fundamentalmente, en un acuerdo sobre los
objetivos básicos que, con un planteamiento equilibrado, pueden ser respaldados
por todos.
La
gestión de este gran acuerdo en favor de la educación no es una tarea sencilla.
Exige preparar las condiciones previas, generar un clima de confianza mutua,
evitar que haya vencedores y vencidos y dialogar con tranquilidad sobre su
contenido, ya que este enfrentamiento es anacrónico y falso porque niega la
posibilidad de integrar ambas concepciones.
El
Derecho Educativo ante este cambio social demanda un sistema educativo potente,
eficaz, justo que puede atender a todas esas expectativas. Ahora tenemos la
ocasión de desmontar los prejuicios acumulados durante siglos y poner las bases
para un consenso que no esté basado en la amalgama sino en la superación.