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martes, 4 de marzo de 2014

El Derecho Educativo en el cambio institucional y vivencial.


La escuela de hoy esta compenetrada de un vivir puramente materialista.

Las normas que la sustentan tienen el mismo sentido de lo que creen sus protagonistas en general y dejan de al lado una visión distinta que reconozca un grado de espiritualidad y las emociones que se desarrollan en la comunidad educativa que la integra.

Es decir que se valora todo lo que provenga de la mente racional, está sumida en una sociedad que practica valores y creencia totalmente materialista, dejando de lado todo lo que sea inherente a la alma humana, por ejemplo enseñar a los alumnos a cuidar la naturaleza.

El educando de hoy vive y se desarrolla en esta sociedad. Crece en un desconocimiento de sí mismo.

El Sistema educativo e institucional vigente se nutre de una mirada superficial e incompleta, pues la sociedad que la compone, vive en esa misma realidad.

Esto se puede reformar en el futuro, si todos participamos en el espacio escolar, y modificamos las normas de convivencia que regulan la actividad de la escuela.

Si nos proponemos a participar diariamente en las escuelas y romper con las estructuras y mandatos sociales que nos impiden desarrollarnos como seres multidimensionales, que los somos, podremos introducir patrones de conductas diferentes en los acuerdos de convivencia, para lograr de esta manera una visión distinta a la que ahora nos está sumiendo en la apatía y la desesperanza.

Es el momento de cambiar una estructura institucional compenetrada en un modo de vivir puramente materialista y consumista. Por un paradigma que contemple lo espiritual y emocional en la sociedad educacional.

Muchos padres y docentes observan que se está produciendo un cambio en sus hijos y alumnos, sin embargo les cuesta salirse de lo tradicional y observar la vida desde otros paradigmas más evolucionados.

El modelo social vigente hoy, nos ha llevado a esperar todo de otros, a obedecer a otro, en definitiva a una sociedad débil espiritualmente, sin participación en las decisiones que nos comprenden, ni tampoco rica en valores que nutran nuestro Ser.

El Ser Humano debe reconocerse como un Ser Espiritual, para de esa forma poder corregir, encausar y educar a los alumnos en el espacio escolar.

El sistema escolar actual, está lleno de conceptos aprendidos de memoria, y de evaluaciones que persiguen el mismo objetivo, repetir de memoria cuestiones que entendemos es imprescindible para nuestro futuro, pero todo está vacío de esencia y sentimiento, dejando a la deriva al “Ser” que debemos formar en la escuela.

La nueva escuela debe estar sostenida -no en los que “sabemos”- sino en lo que emitimos como seres espirituales que somos.

Los educadores de hoy deben ser pioneros de una nueva educación, de una nueva mirada, de una concepción del hombre espiritual.


El derecho, la autoridad y el castigo.

Los nuevos tiempos hoy nos exigen a no aceptar más el autoritarismo. El derecho está concebido como un sistema autoritario que hay que rever y cambiar.

Está estructurado desde fuera del sujeto, basado en mandatos culturales y sociales, que nos fueron impuestos en forma arbitraria y cruenta a través del castigo.

Esto influye y transforma enormemente al ser humano, en su personalidad, animo, predisposición e incide en forma directa en la interrelación de los sujetos y en su convivencia.

Por eso es que las normas de convivencia escolar deben estar dispuestas para romper con ciertas estructuras sociales y culturales que nos conducen a la rebeldía y la violencia.

Debemos concebir normas de derecho escolar que coadyuven a una nueva educación; donde todos participen y den su consentimiento y donde el autoritarismo quede desechado definitivamente.

Los padres y educadores, como adultos, debemos enseñar con el ejemplo, no imponiendo nuestro punto de vista, sino ayudando al alumno a comprender que el contenido de lo normado es necesario en su aplicación para lograr el bien común.

No podemos enseñar a no ser agresivo y saber convivir, si el adulto –padre y/o educador- son agresivos en la escuela y en el hogar.

Los padres y educadores no pueden querer que el alumno no sea agresivo, si en su vida, en su forma de ser, se relacionan con violencia física o verbal y maltrato para sus semejantes. Tampoco pueden utilizar conductas que manipulen o condicionen a las personas.

Si el padre o educador no cambia en su forma de vida, no puede pretender que el alumno sea distinto y no refleje el accionar que percibe en el adulto que lo acompaña y le enseña.

Hasta ahora tenemos un derecho escolar construido con las indicaciones o imposiciones del afuera –del sujeto y de la escuela-; es decir obedecemos reglas de conducta determinadas por otros.

 El cambio que proponemos es  la construcción de normas de convivencia construida por la comunidad escolar, con la participación de todos, y basada en sus propias experiencias, con el objetivo de lograr la 
unidad y la concordia de todos, buscando siempre el bien común.

Si las normas nacen del “Ser” espiritual y de la conciencia comunitaria, se podrá lograr una convivencia escolar armónica, aceptando las reglas de conducta y haciéndose cargo de velar por su consolidación y respeto, sin necesidad de apelar al premio o castigo para su cumplimiento.

ara lograr esto, si por ejemplo la norma de convivencia dispusiera: “no tirar basura en el edificio escolar”, no basta con acatar dicho mandato, sino que debemos entre todo colaborar levantando la basura que alguien por descuido o negligencia haya dejado, sin buscar un culpable o el castigo, sino haciéndose cargo de ayudar con su accionar al mantenimiento de la limpieza y enseñando con el ejemplo al entorno.

Con la actitud desplegada en el ejemplo, no solamente no buscamos culpable, sino que evitamos juzgar al autor, manteniendo la armonía y convivencia en la escuela.

Debemos desacostumbrar al alumno de que cumpla con su deber, por el miedo al castigo y/o premiándolo con una nota de clasificación excelente; en cambio debemos educarlo para que en forma consiente respete la conducta prescripta, ante el convencimiento de que la misma, redundará en beneficio de su persona, de los que lo rodean y de toda la sociedad que integra.

La idea es que el cumplimiento provenga del adentro del sujeto, de darse cuenta que es lo mejor para todos, y producto de su participación, experimentando que pudo elegir y aceptar lo prescripto y no que la regla le fuera impuesta con autoritarismo, y basada en la obediencia por un beneficio o miedo al castigo.


En definitiva para poder lograr la autodisciplina y el acatamiento normativo sin premios ni castigos,  debemos educar la conciencia del sujeto, trabajando con la comunidad educativa, dándoles la oportunidad a todos de participar y de intercambiar punto de vista, hasta ponerse de acuerdo con vista al objetivo común, ofreciéndole la oportunidad de tomar decisiones y darles la posibilidad de poder ver y comprobar las consecuencias de sus actos.