El derecho es la creencia en la corrección, tanto del patrón
de conducta exigida por las normas, como de la fuerza correlativa con que se
sanciona al infractor y que desemboca en la obediencia al patrón normativo.
Todo lo que crees es mentira. Todo lo que ves del mundo es
imaginación. Hay que entender que las creencias son creaciones.
Las creencias comienzan siempre por ser ocurrencias o ideas
en sentido estricto. Lo que ocurre es que esas ideas se consolidan al punto de
transformarse en realidad misma, en referencia básica desde la cual actuamos y
con la que contamos en todos los órdenes de la vida.
Muchas personas saben que es mentira, pero mantienen la
creencia hasta que le sirve, cuando deja de servirles, la sueltan.
Cuando se cree en una idea significa que esta idea es la
realidad y, por tanto, dejamos de verla como idea.
Las creencias son los cimientos que soportan todo lo demás,
constituyen la base de nuestra vida. Toda nuestra conducta, también la intelectual,
depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias.
Con nuestras creencias estamos inseparablemente unidos, al
contrario, acontece con las meras ideas, de las que siempre nos separa una
distancia infranqueable: la que va de lo real a lo imaginario.
Podemos decir: las normas son razones para actuar mediante
la creencia. La obediencia al derecho, en su doble vertiente de aceptación del
poder y ejecución del poder por los órganos encargados al efecto, hunde sus
raíces en la sumisión traditiva articulada por la creencia. Y autoridad viene
de la voz “aígere” que significa «hacer creer»".
El pensamiento evoluciona, pero nuestras creencias no.
Nuestras creencias siempre nos van a llevar a algo igual a lo que estamos
viviendo. Si por ejemplo tu crees que para que algo funcione tiene que usar el
“castigo”; como hace 40 años; estas equivocado, pero eres cautivo de tus
creencias.
En Argentina como en Latinoamérica se creía que el campesino
(mayoría inmigrante) debía trabajar el suelo para beneficio del dueño de la
tierra, y por esa desigualdad, el campesino pretendía que sus hijos estudiasen,
para conseguir una profesión autónoma; o que el certificado que obtenía podría
darle una posición social mejor.
La importancia de la creencia en nuestro quehacer cotidiano
es cuantitativamente grandiosa, aunque no seamos conscientes de ello.
Nada hay más desigual que la relación jurídica, en la que
alguien por su propia función manda y otros, también por definición, obedecen.
El sistema educativo sostenía que concurrir a la escuela
publica era una de las mejores garantías para lograr el ascenso y la inclusión
social y esa creencia fue afianzándose y consolidándose en la creencia de la
sociedad que adopto el sistema materialista y capitalista.
El Derecho Educativo, es la creencia en la corrección tanto
del patrón de conducta exigida por las normas como de la fuerza correlativa con
que se sanciona al infractor y que desemboca en la obediencia al patrón
normativo.
La educación publica obligatoria era un recurso plasmado en
las normas educativas del siglo pasado para lograr vencer el alfabetismo y los
programas estaba concebidos para preparar personas para las fábricas que
estaban en auge, lo mismo que el sistema capitalista.
Este compendio de normas educativas saco a mucha gente de
las tareas del campo y los fue amontonando en los centros urbanos.
El Derecho Educativo está compuesto por normas cuyo carácter
vinculante es admitido, no por la bondad de su contenido sino por provenir de
la voluntad de una autoridad reconocida; de un sistema o una persona a la que
se debe obedecer.
La obediencia, a diferencia de la conformidad, brota de las
desigualdades humanas. Nada hay más desigual que la relación jurídica, en la
que alguien por su propia función manda y otros, también por definición,
obedecen.
El derecho es, antes que nada, fuerza que se impone de
hecho.
A la creencia no se le aplica la contradicción, no se la
refuta con razonamientos, pues, la creencia, como decía Nietzsche, no es la
consciencia de la verdad, sino un «tener por verdadero».
Las creencias puedes cambiarlas con frecuencias; deja de
justificar tus creencias, cada vez que te justificas, alimenta esa creencia, en
la medida que defendemos nuestras emociones, defendemos nuestros miedos y
nuestras rabias.