En la primera infancia, se desarrolla un proceso en el cual
los niños incorporan frases, ideas y creencias que provienen de los padres, de
la escuela y de la sociedad.
Ese ser
libre que somos, nuestro libre albedrío, se ve tutoreado, dirigido, ordenado
por otros seres humanos que nos trasmiten su forma de sentir, pensar y hacer.
Esa
sumatoria de ideas y conceptos van a ir constituyendo nuestras creencias, a
partir de las cuales iremos construyendo nuestras vidas.
Nuestras
creencias van a ir definiendo, el lente con el que vamos a observar y percibir
el mundo que nos rodea.
La
escuela debe trabajar con nuestro “Ser” y enseñar a los alumnos a revisar esas
creencias incorporadas a su vida y no contribuir a incorporar nuevas creencias.
Si
revisamos esas creencias, iremos sintiendo que son muchísimas las ideas que
tenemos gravadas y que no tienen nada que ver con lo que en realidad sentimos.
Es cada
vez más difícil ser docente, porque hay que estar muy capacitado para transitar
el escabroso camino que va entre educar y el generar las condiciones para el
nacimiento de un “Ser” libre e individual.
Una
regla que debemos superar es sostener que la cultura se va transmitiendo de
generación en generación.
La
escuela y los padres quieren que los niños compartan los valores esenciales con
lo que fuimos criados y formados nosotros. Pero puede haber valores que sean
apreciados de diferente manera por nuestros niños.
Si
educamos en el libre albedrío y no con los métodos de la escuela “Prusiana”, no
debemos imponer a nuestros educandos, ideas, dogmas y creencias que nos fueron impuestos
en el pasado.
En la
escuela de hoy, el docente debe estar preparado para ayudar a los niños a
revisar sus creencias con mucha apertura, con mucho amor y de esa forma enseñar
a vivir mejor.
El
docente debe estar preparado para acompañar a los niños a descubrir y darse
cuenta en qué medida actuamos basados en satisfacer necesidades y valores que
nos fueron impuestos en beneficios de terceros (Ej. Tener, retener y acumular
bienes materiales, el consumismo etc.).
La
escuela tiene que dejar de ser un instrumento que sirva como herramienta para
transmitir creencias basadas en necesidades y valores con lo que no coincidimos,
porque no sirven ni ayudan al bien común y sirven solamente para apetencias
individuales o sectoriales.
La
educación debe servir para crecer y evolucionar consciencialmente, esto implica
advertir cuales son nuestras creencias, revisando y corrigiendo aquellas que
nos complican y no nos ayudan a vivir en comunidad.
El
Derecho Educativo debe acompañar a la escuela a plantearse en qué medida está
sirviendo hoy, para sostener intereses individuales o corporativos en perjuicio
de la comunidad.
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